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Boletin ICCI ARY-Rimay
Boletín ICCI-ARY Rimay, Año 12, No. 132, Marzo del 2010

Editorial

Lejos de rosas, chocolates y maquillaje
Análisis del día internacional de la mujer desde la perspectiva de los pueblos originarios


Me acuerdo de tu rostro que se fijó en mis días,
mujer de saya azul y de tostada frente,
que en mi niñez y sobre mi tierra de ambrosía
vi abrir el surco negro en un abril ardiente.

Alzaba en la taberna, honda la copa impura
el que te apegó un hijo al pecho de azucena,
y bajo ese recuerdo, que te era quemadura,
caía la simiente de tu mano, serena.

Segar te vi en enero los trigos de tu hijo,
y sin comprender tuve en ti los ojos fijos,
agrandados al par de maravilla y llanto.

Y el lodo de tus pies todavía besara,
porque entre cien mundanas no he encontrado tu cara
¡y aun te sigo en los surcos la sombra con mi canto!

Gabriela Mistral

Colores ultraterrenos, ultramarinos. Saberes, bocas calladas a golpes, mentes cerradas con candados opresivos, manos obligadas, cuerpos violentados, generaciones y generaciones... hay mujeres rodeando el aire, hay mujeres alimentando el aire.

El poder ha fragmentado la realidad creando estructuras. Nos ha hecho creer que estas estructuras están dadas por condiciones naturales, nos ha borrado la memoria y ha permitido la impunidad en las ignominias históricas.

El poder dogmatiza los roles de los diferentes actores sociales, los vuelven incuestionables, innatos e inamovibles. Son verdades incuestionables que responden a sus intereses.

La estructura predominante del poder ahora es el capitalismo, es él quien ha determinado el incuestionable papel de las mujeres como fuerza de trabajo barata. Sin embargo, la estructura capitalista es un fenómeno moderno y posmoderno pero no es el primer modelo de estructuración económico social que otorga este rol a las mujeres. El patriarcado es precedente al capitalismo y prevalente a él.

Las sociedades en su evolución fueron transmutando sistemas matriarcales en sistemas patriarcales como un recurso de sostener el intercambio y el mercado. El primer bien de intercambio no fue la sal, fueron las mujeres. En sociedades ancestrales existía la explotación de género, de ahí que la lucha de las mujeres contra las formas de opresión es una historia antigua.

El capitalismo se nutre del patriarcado y acentúa sus aparatos de control y de ejercicio de poder como forma de justificación explotación, de manera que los mecanismos de subyugación se transformaron en cuestiones de género y económicas.

Son las mujeres quienes garantizan la creación de nueva fuerza de trabajo. Por eso son, en principio, un objeto comerciable, son una inversión mínima de capital. Los instrumentos de control del Capitalismo se basan en las instituciones y en los credos instaurados por estas instituciones.

Así, en la sociedad capitalista, las mujeres están destinadas a ser madres y esposas, monógamas, cristianas y heterosexuales.

La lucha por la ruptura con la sociedad patriarcal empieza con las luchas obreras, con la lucha organizada y con la conciencia de género. Cuestionar los roles asignados por una cultura volcada a la acumulación de la riqueza en pocas manos ha sido sumamente difícil desde la reivindicación de género. La reivindicación de clases no contemplaba la reivindicación de género.

Existe una invisibilización histórica en el tema de género. En ese marco, la celebración del Día Internacional de la Mujer (trabajadora) implica una irrupción presencial de las mujeres en la historia cotidiana internacional. Sin embargo, con el paso del tiempo, la celebración del 8 de Marzo se ha vanalizado y ha sido capturada por la lógica patriarcal capitalista. ¿Flores, chocolates, maquillaje? ¿En eso ha quedado la celebración de la fuerza y entereza de la mujer obrera?

Ahora bien, en el contexto particular de los países de Abya-Yala las mujeres han sido sujeto de una doble explotación, dada por su condición económica y su género. En el marco de América Latina, la Declaración de los Derechos de las Mujeres se atribuye a la doctrina internacional de los derechos humanos que ha desarrollado el llamado “enfoque de género”, que permite reconocer que existen relaciones de desigualdad y discriminación entre hombres y mujeres, producidas históricamente y que son susceptibles de ser transformadas para llegar a la plena igualdad. En el Ecuador, se han levantado datos acerca de la violación de los derechos de las mujeres. Un estudio realizado por el gobierno determina que 83 mil mujeres al año son víctimas de algún tipo de violencia. Con este resultado, el gobierno ha emprendido una campaña en contra del machismo y la violencia de género.

Sin embargo, el aparataje estatal no alcanza a dimensionar el abuso de género como un resultado de las estructuras de poder del Capital, que además se han asentado sobre las estructuras patriarcales. La identidad cultural y de género ha permitido a las mujeres campesinas indígenas y originarias la posibilidad de evaluar estos sistemas y de plantearse un nuevo enfoque que implique una verdadera equidad de género enmarcado siempre en la propuesta del Sumak Kawsay, desentrañando los roles de la mujer desde el Bien Vivir.

Las mujeres indígenas campesinas originarias están evaluando, debatiendo, replanteando su rol. En Loja, este 8 de Marzo, se realizó un foro en el que se pudieron visibilizar los pasos caminados desde principios del siglo XX en el tema del género y se pudieron revisar los avances alcanzados desde entonces. Una búsqueda necesaria para ratificar los esfuerzos de las organizaciones de mujeres, de la lucha de las mujeres indígenas campesinas originarias de los diferentes pueblos y nacionalidades del Ecuador. La necesidad de seguir fortaleciendo espacios que afiancen las luchas desde las comunidades.

Es irónico que resulte un logro alcanzar el respeto de los derechos básico para todo ser humano. Resulta irónico, porque no existe un cambio de aparataje ideológico y resultaría peligroso concluir que hay un solo campo de acción para instaurar el proceso de cambio integral a la estructura Estatal. Además de peligroso, no contempla el tema de la identidad cultural, ni respeta la plurinacionalidad.

El intento de los pueblos y naciones, impulsado por las mujeres, es más bien cuestionar las estructuras patriarcales y horizontalizar las relaciones entre hombres y mujeres, porque se revén los roles y se propone una integralidad, una participación fundamental de las mujeres en la conservación de los saberes ancestrales. Saberes que tienen que ver con la salud, el cuidado de la tierra, el cuidado comunitario, la transmisión de conocimientos, soberanía alimentaria. Es otorgarle voz a la mujer y compartir el liderazgo organizativo y reconocer y evidenciar la importancia histórica del rol de las mujeres dentro de la construcción colectiva.

Es necesario, entonces, proponer la tarea de retornar al dominio cuerpo, solo en el ejercicio de la soberanía del cuerpo de la mujer se puede retornar a la armonía planteada por el Sumak Kawsay. Retornar a la observación del comportamiento del cuerpo en relación con el cosmos, volver a verse, a saberse, permitirá estar conectadas con nuestra propuesta: Las mujeres no son un bien de intercambio. No son productoras de fuerza de trabajo. No son fuerza de trabajo barata. No son propiedad del Estado.

Las mujeres son trascendentales en el equilibrio, son educadoras, son poseedoras de conocimientos ancestrales que son vitales para las sociedades, conocimientos que sostienen la resistencia de los pueblos y naciones.


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